ONDARRETA : HOME OFFICE
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Durante el confinamiento, los trabajos se han convertido en lugares de refugio, de conexión social, de adaptación, de acción, de colaboración, de solidaridad y de encuentro. Pero, también, de redescubrimiento de nuestro yo creativo, ese que nace de la empatía y nos permite identificar problemas y buscar soluciones. Ahora que la transformación digital no tiene vuelta atrás, la paradoja es que son las habilidades humanas las que adquieren mayor importancia.
La era del escritorio permanente ha terminado. Tenemos una oportunidad increíble para redefinir los no lugares y la manera en la que queremos trabajar. El trabajo, el espacio concreto, el espacio físico desde donde nos proyectamos —la oficina, un café o nuestra casa— puede ser, por fin, un lugar al que incorporar nuestra identidad, un ámbito para la realización y el enriquecimiento personal, una emisora desde donde sintonizar nuestra frecuencia de bienestar. Ahora más que nunca, apreciamos los entornos amables y estimulantes, los espacios que se involucran con nosotros y nos hacen sentir bien, los ámbitos que nos recuerdan que tenemos un propósito individual y que la vida que uno vive tiene sentido.